Argentina exporta

Y algunos compran

Una cuestión primordial:

Esto es lo que hay hoy en la Argentina: Javier Milei vende en Madrid sus recetas ultraliberales: “La justicia social es aberrante”. “El presidente argentino llama a las derechas a unirse frente al “enemigo” socialista, “oscuro, satánico, espantoso y atroz”.

Y esto es lo que hubo antaño: en tiempos existió el peronismo con Perón (y con Evita). Tiempos de prosperidad, tras una segunda guerra mundial en la que el país ejerció de máximo proveedor de alimentos para el mundo “occidental”.

Cambio: desde entonces, el país no ha cesado en su tendencia al empobrecimiento; y el país no ha dejado de producir experimentos políticos difíciles de comprender, supuestamente consagrados a la superación de los problemas sociales que se arrastran sin fin.

No es una opinión extravagante: cualquier argentino ilustrado (importante: la clase media argentina lleva tiempo siendo la más numerosa en América del Sur)) al que se le pregunte termina por decir que no hay quien lo entienda. Ellos no pueden con la explicación de este devenir histórico, tampoco los intelectuales de pro; menos aún los políticos de otras latitudes que repentinamente sufren una alucinación peronista.

Milei entronca con la pura y simple negación de lo anterior. No hay la menor aportación política ni intelectual, simplemente la experimentación enloquecida camino de lo que probablemente llegue a ser un bloqueo socioeconómico mayúsculo.  

Tras la época de ascenso del peronismo vino la decadencia, y la salida ante una situación insostenible la encontró el país en la dictadura militar.

A la vista de la trayectoria seguida, está claro que el régimen autoritario no resolvió nada – sin entrar en el capítulo escabroso de la guerra de las Malvinas – y que los gobiernos democráticos ulteriores no han hecho sino facilitar el arraigo de las peores prácticas políticas y socio económicas.

Milei es un exabrupto más. Quizás mucho más peligroso porque la crisis institucional se agrava y el empobrecimiento crece a una velocidad desconocida.  

Hasta aquí hablamos de un producto de consumo interno. La pregunta que sigue es demasiado obvia, pero hay que explicitarla: ¿Por qué alguien compra semejante bazofia en otros países, por ejemplo, en España?

Los argentinos reiteran que no se entienden a sí mismos, pero parece que los españoles tenemos la tentación de coger un camino similar. Por lo menos en ciertos medios políticos – ignoro si también en medios empresariales interesados en la Argentina – hay compradores para esta degradación del pensamiento y de la acción políticas.

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