El bloqueo político
El 21 de octubre pasado colgué en este blog
Estaba entonces empezando a identificar y repasar algunos problemas destacados en esos días por la prensa francesa. A vuela pluma escribí unas líneas de interpretación de aquellos acontecimientos, en todo caso apuntando hacia la evidencia de que es una sociedad bloqueada. Asuntos muy internos, repetidos hasta el agotamiento, y posiciones internacionales cada vez más arrinconadas en una valoración institucional y mediática unidireccional.
Este es el deplorable estado sociopolítico de Francia, donde, en el plano internacional, se multiplican los gestos de apoyo a Israel y de censura-castigo a todo aquello que califican de antisemitismo. Su ministra de asuntos exteriores, Catherine Colonna, en visita a Pekín, declara a los medios:
« Pour nous, tous les otages doivent être libérés. Tous, et pas seulement cinquante » (“Para nosotros, todos los rehenes deben ser liberados. Todos, no solo cincuenta”).
Ni la menor referencia al genocidio israelí ni al hecho de que más de dos millones de palestinos son rehenes del Estado de Israel desde hace décadas. Por cierto, la información en la prensa francesa sobre Ucrania y sobre Gaza es igualmente sesgada.
Cuesta entender a qué política de Estado responde esto, porque no hay que olvidar que en Francia rinden culto a la République, como una entidad superior, a menudo por encima de consideraciones humanitarias o de derecho internacional. Aun siendo así, da la impresión de que el país está metido en una dinámica suicida, culpabilizado por las atrocidades cometidas en Argelia (han empezado a reconocer sus responsabilidades – y sus “culpas” – hace muy poco tiempo), atormentado por la pérdida de prestigio y de presencia en el centro de África (están retirando a sus fuerzas armadas, que llevan muchos años allí protegiendo intereses económicos estratégicos de sus grandes empresas), dejado de lado por el ninguneo al que lo someten los EEUU – secundados por Alemania, todo hay que decirlo – (la tradicional entente germano-francesa hace agua), incapacitado para abordar de manera consistente las cuestiones organizativas que demandan los JJOO de París en 2024 (la prensa francesa vuelve a ello cada día, partiendo de la experiencia vivida hace poco con una final de fútbol), y multiplicando las informaciones sobre el asesinato de un profesor de instituto por un yihadista, repetidas día tras día (que vienen finalmente a airear la demostrada incapacidad francesa para integrar a sus amplias minorías árabes, proceso histórico agudizado por elementos de la actual coyuntura internacional: altos dirigentes políticos convocan una marcha “por la República y contra el antisemitismo”, invocando el creciente peligro del “islamismo”).
Todo esto hace pensar en la quiebra de una trayectoria histórica. También, en la cada día más evidente incapacidad de la sociedad francesa para dejar de acumular obstáculos, que deben ser removidos por algo más que unos procesos electorales periódicos que, como muestra la actual situación, no resuelven nada y abren en cambio la puerta a nuevos conflictos.
Hoy por hoy, la Bastilla es tan solo una plaza de París.