Armas para Ucrania

¿Para quién?

Artículo publicado en un medio online (21 de junio de 2023) bajo el título:

“¿A dónde irán a parar todas las armas que se envían a Ucrania cuando acabe la guerra?”

Se propone analizar exactamente lo que anticipa en el título: adónde pueden ir a parar las armas enviadas a Ucrania. Pero, luego, en la entradilla, propone una trayectoria que puede estar muy lejos de la realidad.

«Los aliados de Ucrania han mandado una gran cantidad de armamento al frente».

Esto es sencillamente imposible, porque el armamento enviado no va “al frente” sino a los cuarteles, almacenes, depósitos, etc. controlados por las fuerzas armadas ucranianas, que son las que van encaminando estos envíos, selectivamente, en principio a los frentes de batalla.

La cuestión real e inquietante es que resulta casi imposible tener una evaluación precisa de este proceso, y, sobre todo, saber exactamente si todo lo que llega está bajo control de esas fuerzas armadas y va camino de ser utilizado según lo previsto.

Por lo pronto, entre líneas se deja ver ocasionalmente que hay “desviaciones”. Es claro que la prensa “occidental” tiene poco o ningún interés en airear esta cuestión. Pero lo cierto es que se filtran materiales sustantivos al respecto, entre noticias de los frentes y la retaguardia y alguna información gráfica. Sobre estas bases se puede intentar un breve resumen de datos conocidos e hipótesis verosímiles, a saber:

Primero: no hay un seguimiento conocido del flujo de material militar entre los suministradores occidentales y los depósitos ad hoc de las fuerzas armadas ucranianas. Nada indica que todo el material haga el recorrido completo.

Segundo: es sabido que reciben parte de estos materiales unidades armadas irregulares, entre las que destaca el conocido batallón Azov.

Tercero: por esta vía, o por otras muchas articuladas por los traficantes de armas, sin duda se están produciendo desviaciones al ‘mercado negro’ de materiales bélicos.

Cuarto: es incluso plausible la idea de que una parte de estos materiales acabe siendo utilizada por las fuerzas rusas, sea porque los capturan en combate, sea porque hay dinero de por medio para los traficantes.

Seguramente hay más posibilidades de desvío, pero con lo dicho basta para confirmar una sospecha razonable y temible: nuestros países “occidentales” están empeñando ingentes recursos para “ayudar” a Ucrania, generando al menos tres situaciones que los pueblos deberían conocer y esforzarse por evitar:

Primera: se está desviando dinero público en beneficio de la industria militar.

Segunda: se está favoreciendo la proliferación de tráficos ilegales de armamento.

Tercera: se está creando una atmósfera de beligerancia armada que puede ir envolviendo a la mayor parte de la población ucraniana, cada vez más implicada en una situación que se hará progresivamente incompatible con una salida civil democrática tras la guerra.

El ombligo del periodismo

Qué hay de lo mío

En la sección de opinión de elpais.com, aparece hoy, 8 de junio de 2023, un artículo titulado “Hemos abandonado a nuestros periodistas”. La entradilla añade “La sociedad ya no protege a sus periodistas. Y no se me ocurre nada más grave que pueda pasarle a una democracia, excepto, por supuesto, el dejar de serlo”.

Es decir, los periodistas son los seres humanos con mayor predicamento, el barómetro de la justicia y la democracia, y ‘ainsi de suite’. Termino en francés porque cuesta no desplegar todo el enfado que produce semejante ocurrencia.

Esto coincide en el tiempo con una información que ha tenido mucha repercusión estos días:   “ El informe policial que le da la razón a Mónica Oltra estaba disponible antes de las elecciones del 28M”. La persecución a una dirigente política, orquestada desde medios interesados en neutralizarla, no alcanza la dimensión de la vulnerabilidad de los periodistas, según el columnista (muchos de ellos dedicados precisamente a destruir a políticos de primera fila).

Y mejor no continuar con los pobres, los desahuciados, los trabajadores precarios, los inmigrantes maltratados, las mujeres asesinadas, y yo mismo, que primero me enfado y luego me aburro de leer tantas sandeces.

Hace unos días asistí a una charla sobre el comercio en España. El charlista era un directivo de una gran cadena comercial, y su relato iba desgranando aspectos de su actividad, terminando siempre por la afirmación de que las autoridades desconfían de las empresas, lo que explicaría su afición a intervenir allí donde nadie las llama. “Desconfianza”, en su apreciación, era equivalente a todo tipo de regulación: que si los horarios comerciales, que si las condiciones de los trabajadores, que si los impuestos, y ‘ainsi de suite’.

Es inevitable concluir que seguimos siendo la sociedad del “qué hay de lo mío”. Poca democracia se puede practicar si uno se ocupa solamente de “lo suyo”.