Crisis, recesión y descomposición del capitalismo moderno

«No es el coronavirus, estúpido»,  o el Estado al rescate

Se cambió un modelo de innovación y producción, que elevaba el bienestar, por un modelo de especulación y fraude, que implanta una desigualdad creciente. Esta operación de transformación comenzó hace cuarenta años. Han ido cambiando casi todas las reglas del juego económico y la sociedad se ha hecho infantil: mientras las finanzas campan a sus anchas y empobrecen a las gentes, los humanos nos dedicamos al más feroz narcisismo.

Ahora, el coronavirus. Bajo diferentes formulaciones se vuelve a tocar el espinoso asunto de la contención del déficit público, el mantra europeo – y de todo el mundo capitalista – que supone la virtud principal si no única de cualquier política económica. Y se dice, por ejemplo, que «Los gobiernos no pueden dejar de reaccionar y consentir así una segunda recesión como la del 2008».

La recesión venía caminando antes del virus y ahora galopa. Es decir, teníamos una recesión en puertas y el proceso se ha acelerado. La suma – más bien multiplicación – de ambos factores genera una situación inédita. Lo cual quiere decir que hay que reaccionar y cambiar el paradigma de este capitalismo de especulación y fraude que encorseta al sector público para ensanchar su campo de negocios. Pero al mismo tiempo hay que evitar los paralelismos fáciles porque conducen a diagnósticos erróneos y a posibles reacciones fuera de lugar. «…una segunda recesión como la del 2008» no es lo que está en juego. Siguiendo esta línea es posible justificar actuaciones similares, y, a estas alturas del proceso, tendríamos que saber adónde nos han conducido: a una recesión que estando en sus inicios recibe el estímulo inesperado del coronavirus.

Se acercaba el momento y ha llegado antes de lo previsto. Un titular es ilustrativo: «¿Keynes seduce a Merkel?». Puede que, en la línea de ciertas advertencias por ahora tímidas de los principales organismos económicos internacionales (FMI, Banco Mundial, OCDE,…), se esté abriendo paso la convicción de que sin sector público no vamos a ninguna parte, salvo hacia el agujero negro del capitalismo de pura especulación.

En España lo estamos viviendo en carne propia: los apóstoles del neoliberalismo, que promovieron ideológicamente y ejecutaron administrativamente las masivas privatizaciones, entre ellas las de los principales servicios públicos, comenzando por la sanidad, reclaman ahora al Estado las intervenciones para frenar la epidemia. Pero ese Estado ha sido desarmado – menos de lo que ellos pretendían, gracias a la acción de signo opuesto de sectores progresistas de la sociedad -, y ahora los furiosos neoliberales se encuentran con su paradoja: necesitamos un Estado fuerte para frenar el sufrimiento de la población. Y también necesitan, como era de esperar, exenciones fiscales, medidas de liberalización del despido, subvenciones y otras ayudas financieras,…

Es una oportunidad. Hasta los columnistas más ferozmente liberales han comenzado a apuntar en la nueva dirección. Por ejemplo, hay quien dice que «se están dando algunas circunstancias… que podrían aconsejar intervenciones de las administraciones especialmente contundentes: ….posibilidad de que haya que trasladar personal sanitario de unas comunidades sin problemas especiales con la epidemia a otras con una alta incidencia, …, necesaria requisa de material preventivo y terapéutico…».

El Estado al rescate. De ser un peligro para la sociedad y la economía a ser el salvador que todos esperaban, incluidos los neoliberales furiosos.

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