¿Un papel para la industria en la España del siglo XXI?
«Evolución del mercado laboral: La industria sigue sin recuperar 420.000 empleos desde la crisis«.
Esta noticia aparece en lavanguardia.com del 7 de mayo de 2019. Es sin duda algo importante, pero la forma de tratar esta cuestión es, más que nada, extremadamente peligrosa. Traducida libremente viene a decir ‘se ha perdido empleo industrial a causa de la «crisis», lo malo es que «sigue sin recuperar» tras estos años de bonanza’.
La lectura más pausada y cercana a la realidad sería: la industria ha perdido 420 mil empleos, no los va a recuperar y ya veremos cuántos más va a perder (el asunto que viene en seguida a la memoria es la serie de advertencias en este sentido que proceden del sector del automóvil).
‘Sentarse a esperar que la recuperación se produzca’, es lo que sugiere el titular mencionado. ‘Ponerse en marcha de inmediato para transformar el modelo económico’, es lo que nos sugiere un acercamiento menos acrítico a la realidad.
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Hasta donde llega mi cultura en esta materia, soy capaz de identificar tres focos recurrentes en la industria española desde hace muchas décadas: la industria pesada de inspiración (y propiedad) pública, la gran industria de capital extranjero y la industria mediana y pequeña de las contadas regiones con vocación propia.
La cuestión crítica, dentro de este panorama, estriba en cuál es la perspectiva a futuro de un sector industrial que, a grandes rasgos, parece abocado a seguir sufriendo el proceso de compresión y ‘achatarramiento’ verificado desde hace ya unos cuantos años.
Entre paréntesis, no está de más una breve contextualización: hay que tener en cuenta que las iniciativas empresariales autóctonas de mayor alcance en tiempos cercanos tienen en España una clara dominante terciaria, como lo evidencian la gran distribución (predominio valenciano), la hostelería de proyección internacional (predominio mallorquín) e incluso el sector de la confección, cuyo componente industrial está mayoritariamente localizado fuera de territorio español (predominio gallego). En otras palabras, en el actual mundo globalizado la gran empresa moderna de origen español se ocupa poco o nada de la vertiente industrial, al menos de la que podría tener su asiento en el territorio peninsular.
En suma, se puede decir que:
- En la industria pesada del sector público:
El gran motor fue el INI, creación franquista de indudable inspiración mussoliniana. El talón de Aquiles fue la obsolescencia de la industria creada en tiempos del aislamiento de la España franquista, más propia de los primeros tiempos de la revolución industrial y de mercados nacionales protegidos. El acta de defunción, salvo en casos contados de supervivencia alargada para retrasar el derrumbe de algunas economías regionales, la extendió el PSOE en los años ochenta del siglo pasado.
Hoy solo queda algún residuo con una esperanza de vida prácticamente nula, aparte de las industrias transferidas a capitales extranjeros de cuyas expectativas de supervivencia tampoco hay claras garantías .
- En la gran industria extranjera:
La vieja metalurgia del País Vasco, de origen británico, ha ido desapareciendo.
La rama estrella en el siglo XX ha sido la del automóvil, con la sucesiva irrupción de capitales norteamericanos, alemanes, italianos y japoneses, invirtiendo en nuevas plantas de producción o adquiriendo activos públicos luego adaptados a las exigencias de los mercados modernos.
La perspectiva es sombría, vistas las últimas informaciones sobre reajustes de plantillas y traslados de cadenas de montaje de nuevos modelos a otros países, a lo que hay que añadir una transformación propia de los nuevos tiempos energéticos que parece dirigirse hacia áreas de producción lejanas.
- En la mediana industria autóctona:
Regiones como Cataluña y la Comunidad Valenciana, sobre todo, han servido de base principal para el desarrollo de ramas como el textil, el calzado, la confección, la alimentación, el juguete, etc., algunas de las cuales han sufrido un proceso obligado de reconversión, adaptándose en algunos casos a las nuevas demandas y en otros optando simplemente por el cierre.
El factor positivo a destacar aquí es que, pese a todo, se puede apreciar una notable capacidad de adaptación y de renovación.
Siguiendo esta línea de análisis se llega a la conclusión de que, salvo contadas excepciones, cualquier desarrollo industrial futuro tendrá que originarse y promoverse desde el sector público e incorporar paso a paso las capacidades propias de la iniciativa privada. La convergencia de ambas fuerzas parece imprescindible para recorrer este camino. Sin embargo, la duda persiste en cuanto a los campos fértiles para nuevos despliegues con perspectiva de futuro.
En los últimos tiempos se repiten diversos planteamientos sobre hipotéticas líneas de nuevo desarrollo industrial. Resulta muy fácil descubrir cuáles son las hipótesis más recurrentes: las nuevas energías renovables demandarían soportes industriales hoy inexistentes o al menos insuficientes; la ingeniería médica es ya un campo abierto y en apariencia continuará siendo un sector puntero; la industria de componentes para los nuevos vehículos eléctricos de todo tipo tiene un reto de gran alcance; etc.
Identificar y concretar campos es tarea compleja y merece una atención muy específica, que debería ponerse en marcha de inmediato con el propósito de ir concretando esas necesarias líneas de desarrollo industrial. Y convendría abordar en primera aproximación una delimitación de ámbitos con características idóneas para despliegues con buenas posibilidades de éxito y susceptibles de avanzar sin excesivas dependencias de centros de decisión situados fuera de España. No obstante, a este respecto cabe recordar que la UE y sus directrices económicas limitan mucho la autonomía de decisión de los Estados nacionales, de manera que cualquier aproximación en el sentido señalado debe ser relativizada en lo tocante a su materialización. ‘Relativizar’ quiere decir, sobre todo, que deben medirse muy bien las intervenciones del sector público, para no chocar con las restricciones europeas en materia de financiación y para no incurrir en ayudas explícitamente prohibidas en las relaciones con el sector privado.
Los antecedentes históricos son más bien desalentadores, las restricciones supranacionales son numerosas y estrechan el campo, pese a ello el esfuerzo tiene que hacerse ya, sin más dilación. Una primera manifestación concreta del compromiso de las fuerzas vivas de la sociedad española en este sentido sería la presencia de la estrategia industrial de renovación del modelo productivo entre los asuntos estrella de los debates políticos, cosa que por ahora sucede rara vez o, más bien, no sucede en absoluto.