El discurso del cambio dirigido a la clase media

Todas las encuestas electorales y los análisis politológicos  identifican a un electorado que sostiene a la derecha tradicional corrupta e incluso se radicaliza ante los nuevos retos sociales, facilitando el bloqueo de cualquier transformación progresiva

A ese electorado tiene que dirigirse un discurso de renovación cultural si no queremos vernos abocados a esperar un relevo generacional que todavía nos llevará otros diez años. Pero es que tal discurso tampoco puede olvidar ciertas peculiaridades observables en la composición de la ciudadanía, que exigen unas líneas argumentales específicas. Por lo pronto, entiendo que hay al menos tres grupos sociales directamente identificables, que sin duda se solapan en alguna medida y que pueden ser denominados por su principal seña de identidad: las ‘clases medias’, los ‘mayores’ y la población de ‘rentas bajas’.

No es difícil precisar los fundamentos principales de la auto-identificación como clase media de una parte importante de la población de este país. En ella intervienen una valoración de su propio estatus y una apreciación de sus expectativas: en ese estatus, la clase media reconoce ciertos privilegios sociales que teóricamente la sitúan por encima de otros segmentos de la población, y de las expectativas forma parte la certeza de que actuando de cierta manera podrán conservar sus privilegios. El resultado es un conservadurismo vivido cotidianamente y cultivado por una educación social en la que los medios de comunicación juegan un papel determinante. Estamos hablando, evidentemente, de unos medios que forman parte de ese descomunal entramado de dominación ideológica y política manejado desde el «Ibex 35″(o desde el ‘cuartel general de la oligarquía’: es sin duda el gran poder que maneja los hilos en el siglo XXI, y parece imprescindible añadir el término ‘mundial’, para situarnos con mayor exactitud).

Los privilegios de la clase media van menguando y las expectativas de recuperarlos son cada vez más inciertas. Renovar la cultura quiere decir precisamente esto, más allá de una coyuntura que ya es sombría y que, pese a todo, puede mostrar puntualmente algún fulgor: que esa clase media tiene que recibir un mensaje nítido en este sentido, contrariando su valoración de la «estabilidad/gobernabilidad» y su sensación, cultivada en tiempos recientes desde la mayoría de los medios de comunicación, de que la «recuperación económica» está en marcha. Los medios de comunicación dominantes se están encargando de difundir y repetir machaconamente estas ideas, ocultando por una parte que estamos lejos de una pretendida normalidad anterior a la crisis y, por otra parte, haciendo un discurso que puede sintetizarse en algunas ideas-fuerza, como por ejemplo: la gobernabilidad como valor en sí mismo, con independencia de quién y para qué gobierna, asociándola a estabilidad, es decir, si nada se mueve los privilegios de la clase media destinataria del mensaje permanecerán intocados; y reforzando esto con una forma tramposa de instalar la idea de que la economía está en marcha, que es la de la «recuperación» como asociación acrítica con la trayectoria del PIB, relato que se ha estado reiterando pese a todas las indicaciones en sentido contrario.

Los ‘mayores’, que forman un grupo reconocible dentro de las clases medias pero son más que nada un segmento transversal, que corta horizontalmente a todos los sectores de población, muestran por su parte comportamientos bastante uniformes. Por ejemplo, cuando las encuestas entran en el detalle de los segmentos de edad y, sobre todo, cuando los fundamentos se recogen en las encuestas del CIS y de las instituciones de investigación del comportamiento electoral en Cataluña y el País Vasco,  las evidencias resultan incuestionables: a medida que se asciende en la pirámide de edades las actitudes se vuelven rápidamente más conservadoras. Es muy directa la conclusión: regularmente los segmentos ‘mayores’ constituyen uno de los principales soportes del conservadurismo político.

Conviene, sin embargo, tomar nota de las recientes y masivas movilizaciones de ‘mayores’ en defensa de las pensiones. Debería pensarse que esto representa la apertura de una brecha significativa en las posturas uniformemente conservadoras de los ‘mayores’, lo que a efectos de la difusión y el fortalecimiento de una cultura del cambio tiene una importancia que puede ser crucial.

Y el segmento de población que seguramente representa lo más específico de las debilidades del sistema democrático es el de las ‘rentas bajas’; específico e inquietante, porque de manera bastante mecanicista se le atribuye a este segmento una inclinación ‘izquierdista’ o al menos una propensión manifiesta a apoyar proyectos de cambio, lo que es menos obvio de lo que se teoriza de costumbre. Algunas evidencias se hacen más y más visibles con las sucesivas elecciones y las numerosas encuestas: se trata del segmento de población con una mayor propensión a la abstención electoral: es la vía para mostrar que no espera nada de esta organización de la sociedad, lo que facilita su adscripción de hecho al inmovilismo.

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La economía lleva tiempo mostrando debilidades, aunque las instituciones oficiales y los medios de comunicación se resistan a reconocerlo plenamente. En una época de precios del petróleo muy contenidos y con unos tipos de interés cercanos a cero, lo que para España supone una bienvenida relajación de las cuentas exteriores, ha sido posible sostener una ‘primavera’ de curso breve, la llamada «recuperación», que será probablemente seguida de un invierno prolongado y con recortes todavía mayores del bienestar material y social. Es decir, hay que temer un declive económico más duradero que la presunta «recuperación», y de esto es de lo que hay que hablar: sin gasto no hay crecimiento, y si la contracción se acompaña de medidas que facilitan la caída de los salarios y mantienen la tasa de desempleo o, al menos, la extrema precariedad que estamos sufriendo, la consecuencia inevitable es que el consumo se derrumba y en lugar de crecer la economía lo que crece es la pobreza.

Esta situación y esta perspectiva tienen que ser explicadas cada día a la clase media, que es la que se fía del discurso oficial y cree en la «recuperación de la economía» porque es lo que necesita creer. Difundir este conocimiento es determinante para hacer comprender a la clase media que su confianza en la estabilidad socioeconómica solo la conduce a aceptar sin resistencia el empobrecimiento que ya está sufriendo.

Con este panorama resulta en principio sorprendente pero más que nada inquietante la reproducción de este discurso de éxito, abierto o solapado, en diversos medios, que se hacen eco de los mensajes emitidos desde la derecha prácticamente sin filtrarlos. Si la izquierda política y los medios progresistas contribuyen a reforzar el discurso de la superación de la crisis y de la relación directa entre ésta y la estabilidad política, es imposible que la clase media descubra su verdadera situación y continuará apostando por una gobernabilidad sin cambios. En estas condiciones, el voto masivo a la derecha puede aparecer en cualquier momento.

Todo intento de acumular fuerzas para la transformación social tiene que desarrollar el discurso específico dirigido a la clase media, pero combinando el propósito de la acción política a corto plazo con la proyección estratégica; dicho de otra manera: manteniendo la formulación estratégica pero enfatizando la necesidad de actuar en seguida, sobre la base de una explicación sólida de que las condiciones económicas para la clase media seguirán empeorando y solo se podrá contrarrestar esta tendencia si se suman fuerzas para ir poniendo en pié otro modelo económico.

Y este discurso interesa igualmente a los ‘mayores’ y a los segmentos sociales de ‘rentas bajas’. No hay alternativa para ellos dentro de este sistema que evoluciona de manera por ahora imparable hacia la extrema concentración de la riqueza. La transformación del modelo económico los tiene que considerar como seguras víctimas y necesarios aspirantes al cambio, pero la estrategia que los incorpore deberá apoyarse en una profunda renovación ideológica y en una explicación día a día de las ventajas de cambiar de rumbo.

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