La visión burguesa frente a la visión oportunista

La comparecencia de Aznar en el Congreso ayuda a comprender ciertas cosas

Enric Juliana, en lavanguardia.com, inicia su columna hablando de ello en los siguientes términos:

«Las comisiones parlamentarias de investigación en España tienen un curioso planteamiento escénico. ¡La persona llamada a dar explicaciones preside la sesión! El investigado ocupa un lugar preeminente en el estrado y los diputados parecen obedientes alumnos en sus pupitres. En Estados Unidos ocurre todo lo contrario. La persona convocada se sienta sola en una mesa situada frente a un severo comité parlamentario. ¡Ay del que mienta! Los papeles invertidos en España son algo más que un error escenográfico: expresan una antigua y honda prevención ante el papel fiscalizador del Parlamento».

Si esta es la idea que se tiene en España de ese papel fiscalizador y al mismo tiempo se puede gobernar por decreto, únicamente quedan los Presupuestos Generales del Estado como tarea parlamentaria, y aun así, porque los PGE pueden ser prorrogados sin grandes explicaciones o pactados a última hora con un pequeño cohecho. Incluso es posible, como ha hecho Rajoy, gobernar tres años sin mayoría parlamentaria.

La pregunta surge de inmediato: ¿para qué sirve entonces el Congreso en nuestro estado democrático de derecho? Como fiscalizador su papel es prácticamente nulo, como legislador puede ser soslayado salvo excepciones y como sostén de una mayoría parlamentaria se puede decir que es fácilmente prescindible.

A la vista de todo esto, los medios de comunicación deberían estar mostrando su profunda preocupación ante las carencias de un poder fundamental del estado democrático y ante las inquietantes prácticas que ilustra Enric Juliana.

En elpais.com no alcanzan este nivel de análisis. El titular tras la comparecencia de Aznar se queda en «Aznar en el Congreso: medias verdades, alguna mentira y mucho ruido«. Aunque, claro, no pueden contar cómo ha sido la dicha comparecencia porque tendrían que reconocer que el individuo no es lo que se dice un demócrata, y, claro, no se trata de rebajar la calificación de Aznar el 19 de septiembre cuando el jueves 20 lo has invitado a un debate sobre los 40 años de la Constitución, junto a Felipe González, moderado por Soledad Gallego-Díaz. ¡Aznar ‘conmemorando’ esa Constitución que intentó echar atrás!

Es una diferencia, nos guste o no, entre prensa burguesa y prensa oportunista.

 

El País, una línea editorial sólidamente anclada en el poder

Cuando las expectativas se ven defraudadas

No tengo duda de que el cambio de equipo directivo en el diario El País suscitó algunas reacciones de alivio y hasta de aplauso. Un diario con su trayectoria no podía seguir chapoteando en el fango; era la sensación íntima de muchos lectores habituales de prensa.

Pasados unos meses, sin embargo, la apreciación que se impone no llega a ser siquiera agridulce. La línea editorial del diario se mantiene en lo fundamental y la composición de su página web es todo menos esperanzadora. Los ejemplos desasosegantes se multiplican y nada hace presagiar un cambio positivo para los próximos meses. Valgan algunos ejemplos varios para ilustrar esto, extraídos de la edición online del 8 de septiembre de 2018:

El papel como plataforma comercial de grandes empresas se ha ido reforzando, con una afición especial a los grandes nombres como Amazon. Así, un día sí y otro también se repite una sección cuyos titulares son más o menos del tenor siguiente:  «Las mejores ofertas de la semana en Amazon, El Corte Inglés, eBay y otras tiendas ‘online’. «Las 9 afeitadoras y recortadoras eléctricas más valoradas por los usuarios de Amazon«. ¿Una apuesta por la modernidad en la distribución comercial? Más bien una promoción auspiciada a cambio de comisiones, función que parecen considerar imprescindible en un medio de información general, que en paralelo alega su total independencia.

El receptáculo de crónicas que carecen del menor interés informativo, como la que se encabeza con un título que daría risa si no fuera tan estúpido: «El agricultor holandés que tiró un millón de pimientos por feos«.

La difusión de discursos redondos a favor del «tripartidismo», y en particular para sostener a C’s, que sobrepasan cualquier atisbo de información ecuánime:  «Los separatistas acusan a Rivera de “mentir” y “provocar” tras su denuncia de manipulación en TV3«, calificando de antemano a una de las partes («separatistas» es un anatema), sin que se haga la menor alusión al silencio del mismo Rivera ante la TVE de Rajoy y la TVG de Nuñez Feijoó. «Mentir», no lo sé, pero «provocar», no cabe duda: el hipotético caladero de votos de C’s está en Cataluña antes que en Galicia o en el resto de España, de modo que la irrupción de Rivera no es casual.

Pero el sofocón todavía puede ser mayor. En la fecha mencionada, El País se descuelga con un editorial de órdago. Se titula «Soldados de la guerra» y se refiere al «vídeo sobre la batalla del Ebro», según dice el propio encabezamiento, video por cierto propiciado por el Gobierno del PSOE y aplaudido por los promotores de la versión «dulce» de la guerra civil: «todos fuimos muy malos y hay que dejar atrás los rencores y las rencillas». Al margen de tergiversar la historia de España, esa que llega hasta hoy en las condiciones que conocemos, el editorial busca anatematizar a Podemos, como casi cada día.

El pecado de Podemos: criticar el vídeo por su carácter de versión equidistante entre quienes defendieron al régimen democrático y quienes participaron en la ejecución de un golpe de estado. No es una opinión, es una mera descripción: un levantamiento militar agredió al régimen democrático de la época y, ante la resistencia encontrada, extendió una guerra civil con apoyos extranjeros que costó centenares de miles de muertos.

Pero esto no pasa de ser el aprovechamiento oportunista del conocido ‘aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid’. El texto no tiene desperdicio en materia de mentira y manipulación. Para verlo claro es conveniente apelar a algunas citas específicas del texto mencionado, como por ejemplo:

  • El paralelismo forzado entre el relato del video y los cementerios de estadounidenses y alemanes en las playas de Normandía. Estos últimos «Eran militares a las órdenes de un Estado criminal, pero la inmensa mayoría no eligió su destino. No eran asesinos de las SS…». «Algo parecido puede decirse cuando se contempla el vídeo de dos soldados veteranos de la batalla del Ebro que, entre julio y noviembre de 1938, combatieron en bandos opuestos de la guerra civil española». Así, sin el menor rubor: los franquistas no «eligieron su destino», y ahí están, muchos republicanos sí, y acabaron en el exilio y en las cunetas.
  • Este vídeo, según «diferentes dirigentes y ex dirigentes de Podemos»… ofrece «una falsa equidistancia entre los bandos». Y el editorial se descuelga con que estos críticos «No solo han demostrado una preocupante ignorancia sobre la guerra civil, sino que han vuelto a llevar al terreno político algo que debería quedar fuera. Si dos ancianos quieren charlar sobre su vida y participan en un vídeo que celebra los logros de la democracia española, ¿qué derecho tiene nadie a afirmar que están defendiendo el franquismo?» No hay que ser un lince para saber que estos ‘dos ancianos no estarían en el video charlando sobre su vida y celebrando los logros de la democracia española’ si no fuera por la utilización política de sus caras, sus pasados y sus palabras. ¿Inocencia personificada? No, utilización desvergonzada, y El País se atreve a decir que los de Podemos «han vuelto a llevar al terreno político algo que debería quedar fuera». Un enfrentamiento civil es un asunto político por antonomasia, y el video de marras, también.
  • «Pero, sobre todo, este vídeo no blanquea el franquismo, no equipara al Ejército golpista con el republicano: describe lo que representa una guerra vista desde los soldados obligados a luchar en las trincheras. La inmensa mayoría de los que combatieron en esa batalla fueron reclutados a la fuerza y no pudieron elegir un bando. Combatieron donde les tocó por el lugar en el que vivían». El País quiere olvidar y oculta que muchos eligieron un bando y fueron ultimados por ello, que otros muchos combatieron por el bando en el que creían hasta el final de sus fuerzas y que, lo cuenten como lo cuenten, los franquistas optaron por la sedición para imponer sus fines.
  • En suma: da la impresión de que en esta toma de posición, el editorial de El País opta sin dudas ni matices por el bando de aquellos que se sublevaron y a los que tienen que blanquear para evitar cualquier cuestionamiento del régimen español actual. ¡Penoso!

Previsiones de disminución del turismo extranjero: economía tradicional que se tambalea

Vieja historia: cada vez que crujen las cifras del turismo se recurre a los mismos argumentos que no pasan de ser enunciados retóricos para salir del sofocón

Titula un artículo de la prensa online fechado el 2 de septiembre de 2018:

«El Mediterráneo Oriental se recupera y el turismo internacional se frena en España».

Y se resume esto a través de una referencia a la patronal turística: «La central hotelera Exceltur baja la previsión del crecimiento turístico para este año. Si se cumplen los cálculos, sería la primera vez en diez años que el crecimiento del turismo está por detrás del crecimiento del PIB».

No es la primera vez. Hace ya algún tiempo que Exceltur está advirtiendo de la existencia de un importante turismo internacional «prestado» en España. Destinos como Egipto, Turquía y Túnez se debilitaron en su momento a causa de la inestabilidad política y España fue el principal receptor de los turistas «desviados». De Croacia, además, sabemos que gana puntos y no avanza más deprisa a causa de la debilidad histórica de sus capacidades de acogida, que evidentemente irá subsanando más pronto que tarde. Y también sabemos que las cifras de Marruecos están en ascenso. Y que Grecia irá dejando de ser el pariente pobre.

Todo ello debilita la posición internacional de España, principalmente en el campo del turismo masivo de sol y playa (y alcohol barato, que todo hay que decirlo).

Ante esto, se reacciona de una manera ya conocida. Un párrafo del artículo mencionado resume la idea que aparece de forma reiterativa cuando se le ven las orejas al lobo:

«La búsqueda del negocio responsable»: «La masividad del turismo es un hecho. Por eso, abogar por un turismo responsable, que no maximice la cantidad en relación a la calidad, o la búsqueda de la playa y la fiesta en lugar de la cultura pueden ser una solución. Además, la regulación de los pisos turísticos en las principales ciudades europeas aún está pendiente, y tendrá sus efectos en torno a la gentrificación y los pequeños comercios de la zona».

Nada casualmente estoy vinculado a esta cuestión desde hace muchos años. En mi familia paterna, originaria de Benidorm y en su mayoría residente allí, hay quienes se han dedicado desde los primeros años sesenta al negocio del turismo. Y recuerdo a este respecto una conversación familiar, todavía en vida de mis padres, que tendría lugar, si no me equivoco, entre 1976 y 1978. Es decir, hace más de cuarenta años la preocupación a este respecto ya existía y se expresaba a través de enunciados como el del párrafo citado. Entonces se dijo que las cosas no podían seguir «así», y «así» quería decir: masas de turistas abarrotando las playas, con un gasto muy reducido por persona y día, dejando gran parte de ese dinero en manos de agencias que tenían sus sedes en Alemania, Gran Bretaña, etc. y cultivando cada vez más la borrachera gracias a los precios comparativamente muy bajos del alcohol en España (ya entonces se decía en mi familia que el principal negocio de un hotel estaba en el bar). Bastó que se permitiera el bikini a «las suecas», gestión del alcalde de la época, para que las cifras de turistas se multiplicaran en poco tiempo y el modelo denostado se asentara hasta hoy.

Y «así» estamos. E incluso peor, con el añadido de la ocupación de los centros de las ciudades. Pero es necesario no confundir las cosas: esto último es un nuevo elemento que no anula lo básico, que es el turismo de masas descrito; más bien lo refuerza.

Lo más grave de todo es que los atractivos principales de España como destino turístico siguen siendo los mismos, los gastos por turista se mantienen muy bajos y encima se multiplican los actores internacionales beneficiados que no dejan un euro en el país. Puede decirse que nadie hubiera sido capaz de imaginar por anticipado las consecuencias de la entrada en acción de nuevos factores: por ejemplo, los billetes de avión a precios muy bajos facilitan la llegada masiva de turistas que, por extensión, van a gastar muy poco in situ, además de la evidencia de que las compañías aéreas que los traen no tributan en España; por ejemplo, los apartamentos turísticos contribuyen de dos maneras inseparables a perjudicar a la economía española, a través de un gasto de alojamiento reducido al mínimo y a través de la total o casi total ausencia de tributación para la hacienda española; por ejemplo, el precio relativo del alcohol es hoy en España más bajo que nunca, cosa que el turista comprueba directamente en el Duty Free del aeropuerto de origen, donde una botella de whisky cuesta un 30% más que su equivalente en un supermercado madrileño.

Desde aquellos años setenta, en los que ya se hablaba de que «así» no se podía seguir, no se ha hecho nada para corregir la tendencia y encima se ha facilitado la aparición y la acción de nuevos factores perjudiciales. Y lo peor está por venir: con esas herramientas España tiene que competir en mercados en los que irrumpen o reaparecen destinos turísticos con ofertas parecidas cada vez más ventajosas. Todos son destinos mediterráneos con sol y playa, todos tienen niveles de precios inferiores, y encima se observa una creciente tolerancia hacia el consumo discreto de alcohol (en Marruecos, por ejemplo, donde incluso se tolera la presencia en las cartas de los restaurantes hoteleros de platos preparados de cerdo). En estas condiciones solo vamos a preservar el turismo de borrachera pública y balconing.

Peor aún: esto, en un sector «estrella» de la economía española, evidencia la propensión general a dejar que las cosas se pudran, de manera que lo que alguien puede llegar a identificar como factor de riesgo rara vez pasa a ser un diagnóstico trabajado y utilizado para aplicar medidas correctoras. Pasa con el turismo, como estamos viendo, y también con todas esas actividades mencionadas una y otra vez como ejemplos de lo que debería ser y nunca llega: el desarrollo de las energías renovables, la puesta en marcha de una política consistente de I+D+i o cualquier otra cosa que podría contribuir a sacarnos de pobres.