Todo el esfuerzo para sortear las trampas discursivas es poco
Para sustentar lo que se dice a continuación, este tipo de información tiene la gran utilidad de apuntar a lo que es sustantivo detrás de la hojarasca oficial.
El discurso del gobierno del PP asoma cada día con dos flancos vulnerables en el campo del empleo, pero se mantiene firme porque desde la prensa, incluida la más progresista y crítica, se amplifica ese enfoque hasta hacerlo verosímil. El primer flanco es el de la cuantificación del empleo, donde se empieza por mezclar los conceptos y se acaba por insistir hasta el agotamiento en la ‘tasa de paro’ como indicador único (más adelante se alude a esto). El segundo flanco es más vulnerable en el fondo porque se verifica en un asunto que es realmente el sustantivo en esta materia, y se centra en ‘fundamentos’ como el seguimiento de la evolución del número total de horas trabajadas. Si se lee el gráfico siguiente, se aprecia que la caída ha sido muy fuerte y que estamos lejos de recuperar las cifras de tiempos del comienzo de la ‘crisis’, a finales de 2008. Pero lo que se maneja en el discurso oficial es la parte ascendente de la curva, y se dice que la ‘recuperación’ está en marcha, comparando el momento presente con el momento más bajo de finales de 2012.
![Horas trabajo](https://i0.wp.com/www.elboletin.com/imagenes/imagenes-texto/grafico-trabajo-t.jpg)
Fuente: INE
La curva desde 2008 muestra a las claras que dicha ‘recuperación’ no es más que la salida desde mínimos del 2012, muy lejos de las cifras anteriores a la ‘crisis’.
Este tipo de apelación a fragmentos estadísticos que soportan campañas ideológicas es, lamentablemente, habitual en la batalla política española. Si esto es tramposo de por sí, lo peor sin embargo es la facilidad con la que la ‘izquierda’ asume como propio este discurso, y acepta que la ‘recuperación’ está asentada aunque «hay precariedad, alto desempleo aún,…,etc., etc. , calificaciones que permiten diferenciar este discurso de oposición del de la derecha que gobierna, pero solo mediante matizaciones tangenciales.
Todo esto, además, en una economía que sigue padeciendo sus históricos niveles de baja productividad del trabajo. Es decir, productividad pobre y menos horas trabajadas no son precisamente los reflejos de una modernización del modelo económico. En otras palabras: ni la presunta ‘recuperación’ es una verdad incontestable, ni la trayectoria seguida nos aleja de ese modelo económico obsoleto cuyas debilidades tienen todo que ver con la desproporcionada magnitud de los impactos negativos de la crisis en España.
Pero en esto ocurre algo parecido a lo que sucede con el PIB. En el caso del empleo se suele apelar a cifras a veces confundidas y que a menudo ocultan – ¿ignorancia o voluntad de engañar? – la realidad. Por eso este gráfico cuya variable clave es el número de horas trabajadas es mucho más representativo de lo que realmente está sucediendo que las reiteradas mescolanzas de tasas de paro, confusiones con el paro detectado (el de la Encuesta de Población Activa – EPA) y el paro registrado (por el SEPE), etc. Por ejemplo, cuesta creer que en la casi totalidad de los medios de comunicación no se aluda, cuando se informa de estos asuntos, a la coexistencia de una determinada evolución del empleo/paro y una trayectoria de la Población Activa (PEA). Un ejemplo aritmético simple ilustra el truco muy fácilmente: con una PEA de 100 y un paro de 20 se tiene una tasa de paro del 20%; con una PEA de 90 (es decir, la PEA disminuye en 10) el paro puede situarse efectivamente en un porcentaje inferior, pero hay que recordar que ese 10 de diferencia a la baja suele reflejar el comportamiento de personas que dejan de buscar trabajo, desalentadas, y por tanto adelgazan las cifras del paro; es decir, si esas personas permanecieran en el mercado de trabajo se tendría una PEA de 100 y un paro de 30.
Por el camino, además, se disfraza un proceso duro de destrucción de los servicios públicos, en lo que según un informe de CCOO es un traspaso descarado al sector privado, reflejado en que han disminuido 6,2 millones de horas las trabajadas por las personas asalariadas del sector público, mientras que han aumentado en 5,8 millones de horas las trabajadas por el sector privado.
Este mismo tipo de ocultación se suele manejar con la estadísticas macroeconómicas, en particular con el PIB. Inciso: resulta sorprendente que la cuestión de la distribución de la renta haya irrumpido solo muy recientemente en el análisis económico que se hace en España. Y hay que buscar las raíces del problema en una cultura económica ajena al problema de la desigualdad, porque vivir mejor que antes ya se considera un logro suficiente, y a un sistema estadístico que todavía está en la adolescencia, tras haber descansado en buena medida en trabajos promovidos desde la banca (de hecho, la «Renta Nacional de España y su distribución provincial», del Banco de Bilbao, fue durante muchos años la única o muy principal fuente de este tipo de estadística: así era en la segunda mitad de los años setenta) y desde el Sindicato vertical (Servicio Sindical de Estadística: fue incorporado al Ministerio de Economía en 1977, dentro de la Dirección General de Planificación). El sistema no incorporaba aspectos que en otros países formaban parte del arsenal interpretativo habitual (buen ejemplo es la CEPAL, Comisión Económica para América Latina, que desde sus inicios, allá por 1948, en su función de promover el desarrollo económico y social de la región, fue poniendo en marcha sistemas de información y sustentando enfoques analíticos de esta índole). Consecuencia de la pobreza del instrumental y del enfoque para España: difícil comprensión de la importancia de que la riqueza no solo se cree, y esto se refleje en el PIB, sino que además se distribuya entre la población, y esto se refleje en los índices de concentración-distribución (no hace mucho tiempo que empezó a sonar el índice de Gini).
Se puede ser muy rotundo en la conclusión: la pobreza histórica del análisis macroeconómico en España se proyecta al futuro y se mantiene año tras año porque facilita la legitimación de los discursos oficiales sobre el comportamiento de la economía española. Principal derivada: dificultad de los análisis críticos para elaborar un discurso propio.