Deriva suicida del capitalismo

Cada vez más ejemplos críticos

Hace unos meses escribí sobre esta deriva. Una de las manifestaciones más repetidas en esta trayectoria hacia la nada es la total – o, por ahora, creciente – autonomía de las cúpulas directivas respecto de los accionistas de las sociedades anónimas. Esos directivos se auto-atribuyen salarios y privilegios evitando cualquier control del accionariado, y así es como llegan a multiplicar sus remuneraciones hasta alcanzar cifras 300-400 veces las de sus subordinados peor pagados.

Pero, si el sistema es injusto y contribuye a multiplicar las desigualdades en nuestras sociedades, lo peor no está aquí, lo peor es que por esta vía reproducen y amplifican los efectos de la furiosa financiarización de la economía, cuya hecatombe provendrá de las enormes diferencias en la propensión al consumo de unos y otros; dicho en castellano sencillo, quienes tienen que sostener el crecimiento económico con su consumo, puesto que estamos en una sociedad de consumo, disponen de una capacidad de compra menguante, y quienes concentran cada vez más todas las ventajas consumen proporcionalmente muy poco y tienden a desplazar sus exquisiteces a los paraísos fiscales y a los núcleos opulentos de los países más ricos.

El 12 de enero de 2018, lavanguardia.com informaba así:

«La Audiencia Nacional ha absuelto al ex presidente y al ex consejero delegado de Abengoa, Felipe Benjumea y Manuel Sánchez Ortega, de un delito de administración desleal por cobrar una indemnización de 11,4 millones de euros y 4,4 millones de euros respectivamente a pesar de la situación crítica de la compañía.»

Es decir, vía libre para la continuación de estas prácticas, que consolidan el modelo económico de exclusión y renuevan los privilegios de quienes tienen los mandos en sus manos. Entretanto, mientras se avanza hacia el bloqueo social, todas las tácticas empresariales se van volcando hacia la consolidación de negocios a corto plazo y hacia el reforzamiento de los valores en bolsa, vía infalible para garantizar que el saqueo de  las sociedades anónimas pueda continuar en beneficio de unos directivos cuyos intereses no tienen nada en común con posibles estrategias a largo plazo en sus empresas. Un elemento más a favor de la proliferación de las burbujas, del mantenimiento del modelo basado en la cadena pretendidamente infinita de nuevos negocios y, aunque no sea muy visible en lo inmediato, de la acumulación de factores de quiebra del sistema.

Discurso económico oficial frente a penosa realidad

Todo el esfuerzo para sortear las trampas discursivas es poco

Para sustentar lo que se dice a continuación, este tipo de información tiene la gran utilidad de apuntar a lo que es sustantivo detrás de la hojarasca oficial.

El discurso del gobierno del PP asoma cada día con dos flancos vulnerables en el campo del empleo, pero se mantiene firme porque desde la prensa, incluida la más progresista y crítica, se amplifica ese enfoque hasta hacerlo verosímil. El primer flanco es el de la cuantificación del empleo, donde se empieza por mezclar los conceptos y se acaba por insistir hasta el agotamiento en la ‘tasa de paro’ como indicador único (más adelante se alude a esto). El segundo flanco es más vulnerable en el fondo porque se verifica en un asunto que es realmente el sustantivo en esta materia, y se centra en ‘fundamentos’ como el seguimiento de la evolución del número total de horas trabajadas. Si se lee el gráfico siguiente, se aprecia que la caída ha sido muy fuerte y que estamos lejos de recuperar las cifras de tiempos del comienzo de la ‘crisis’, a finales de 2008. Pero lo que se maneja en el discurso oficial es la parte ascendente de la curva, y se dice que la ‘recuperación’ está en marcha, comparando el momento presente con el momento más bajo de finales de 2012.

Horas trabajo

Fuente: INE

La curva desde 2008 muestra a las claras que dicha ‘recuperación’ no es más que la salida desde mínimos del 2012, muy lejos de las cifras anteriores a la ‘crisis’.

Este tipo de apelación a fragmentos estadísticos que soportan campañas ideológicas es, lamentablemente, habitual en la batalla política española. Si esto es tramposo de por sí, lo peor sin embargo es la facilidad con la que la ‘izquierda’ asume como propio este discurso, y acepta que la ‘recuperación’ está asentada aunque «hay precariedad, alto desempleo aún,…,etc., etc. , calificaciones que permiten diferenciar este discurso de oposición del de la derecha que gobierna, pero solo mediante matizaciones tangenciales.

Todo esto, además, en una economía que sigue padeciendo sus históricos niveles de baja productividad del trabajo. Es decir, productividad pobre y menos horas trabajadas no son precisamente los reflejos de una modernización del modelo económico. En otras palabras: ni la presunta ‘recuperación’ es una verdad incontestable, ni la trayectoria seguida nos aleja de ese modelo económico obsoleto cuyas debilidades tienen todo que ver con la desproporcionada magnitud de los impactos negativos de la crisis en España.

Pero en esto ocurre algo parecido a lo que sucede con el PIB. En el caso del empleo se suele apelar a cifras a veces confundidas y que a menudo ocultan – ¿ignorancia o voluntad de engañar? – la realidad. Por eso este gráfico cuya variable clave es el número de horas trabajadas es mucho más representativo de lo que realmente está sucediendo que las reiteradas mescolanzas de tasas de paro, confusiones con el paro detectado (el de la Encuesta de Población Activa – EPA) y el paro registrado (por el SEPE), etc. Por ejemplo, cuesta creer que en la casi totalidad de los medios de comunicación no se aluda, cuando se informa de estos asuntos, a la coexistencia de una determinada evolución del empleo/paro y una trayectoria de la Población Activa (PEA). Un ejemplo aritmético simple ilustra el truco muy fácilmente: con una PEA de 100 y un paro de 20 se tiene una tasa de paro del 20%; con una PEA de 90 (es decir, la PEA disminuye en 10) el paro puede situarse efectivamente en un porcentaje inferior, pero hay que recordar que ese 10 de diferencia a la baja suele reflejar el comportamiento de personas que dejan de buscar trabajo, desalentadas, y por tanto adelgazan las cifras del paro; es decir, si esas personas permanecieran en el mercado de trabajo se tendría una PEA de 100 y un paro de 30.

Por el camino, además, se disfraza un proceso duro de destrucción de los servicios públicos, en lo que según un informe de CCOO es un traspaso descarado al sector privado, reflejado en que han disminuido 6,2 millones de horas las trabajadas por las personas asalariadas del sector público, mientras que han aumentado en 5,8 millones de horas las trabajadas por el sector privado.

Este mismo tipo de ocultación se suele manejar con la estadísticas macroeconómicas, en particular con el PIB. Inciso: resulta sorprendente que la cuestión de la distribución de la renta haya irrumpido solo muy recientemente en el análisis económico que se hace en España. Y hay que buscar las raíces del problema en una cultura económica ajena al problema de la desigualdad, porque vivir mejor que antes ya se considera un logro suficiente, y a un sistema estadístico que todavía está en la adolescencia, tras haber descansado en buena medida en trabajos promovidos desde la banca (de hecho, la «Renta Nacional de España y su distribución provincial», del Banco de Bilbao, fue durante muchos años la única o muy principal fuente de este tipo de estadística: así era en la segunda mitad de los años setenta) y desde el Sindicato vertical (Servicio Sindical de Estadística: fue incorporado al Ministerio de Economía en 1977, dentro de la Dirección General de Planificación). El sistema no incorporaba aspectos que en otros países formaban parte del arsenal interpretativo habitual (buen ejemplo es la CEPAL, Comisión Económica para América Latina, que desde sus inicios, allá por 1948, en su función de promover el desarrollo económico y social de la región, fue poniendo en marcha sistemas de información y sustentando enfoques analíticos de esta índole). Consecuencia de la pobreza del instrumental y del enfoque para España: difícil comprensión de la importancia de que la riqueza no solo se cree, y esto se refleje en el PIB, sino que además se distribuya entre la población, y esto se refleje en los índices de concentración-distribución (no hace mucho tiempo que empezó a sonar el índice de Gini).

Se puede ser muy rotundo en la conclusión: la pobreza histórica del análisis macroeconómico en España se proyecta al futuro y se mantiene año tras año porque facilita la legitimación de los discursos oficiales sobre el comportamiento de la economía española. Principal derivada: dificultad de los análisis críticos para elaborar un discurso propio.

Estado laico y presencia de la Iglesia

Algunos contrastes que nos dejan muy mal parados

Con motivo de la visita del papa Francisco a Chile y Perú, elpais.com publica hoy (16 de enero de 2018) una información firmada por Carlos Cué que resulta muy interesante para reflexionar acerca de la presencia de la Iglesia en la sociedad española. Un par de frases extractadas que son reveladoras:

«Chile pierde fieles católicos de forma acelerada. En una reciente y respetada encuesta regional, el Latinobarómetro, se detalla que mientras en el cercano Paraguay el 89% de los ciudadanos se declara católico —80% en México y 73% en Colombia o Perú— en Chile baja al 44%.  Pero lo más inquietante es que no hay una competencia con los evangelistas, como en otros países, en especial en Centroamérica y Brasil —en Guatemala llegan al 41%— sino que el verdadero rival es el ateísmo, ya que el 38% de los chilenos dice que no tiene ninguna religión, un récord regional que dobla la media.»

El avance de la laicidad tiene probablemente mucho que ver con la temprana confirmación de que el chileno se constituyó como un Estado laico. A partir de ahí, en una sociedad de cultura muy predominantemente católica, la trayectoria seguida ha tenido altibajos pero se ha ido consolidando un modelo institucional y de convivencia apto para la integración de católicos, judíos, ortodoxos, cristianos de Oriente, agnósticos,…

Cuando, como yo, se ha vivido en aquel país y se ha tenido la experiencia de percibir día a día las nítidas fronteras que en muchos aspectos aseguraban la separación entre las instituciones civiles y la Iglesia, resulta todavía más chocante nuestra situación. Por razones de trabajo mantuve reuniones hace más de diez años en la E.T.S. de Ingenieros Navales de la Complutense, y pregunté qué había tras un gran portalón en el hall de entrada: ‘una capilla’; la respuesta me dejó atónito, y es que tras tantos años viviendo en Madrid nunca había imaginado tal cosa, impensable en una universidad pública chilena. Mucho más tarde sucedió lo de Rita Maestre, confirmando que seguíamos viviendo en tiempos remotos.

Lo de la separación entre Estado e Iglesia no es cuestión menor. El ejemplo chileno ilustra acerca de la importancia de que esto vaya más allá de la declaración de intenciones, que es en lo que estamos en España, sin proyección real de lo que dicen los textos legales ni de los enunciados de algunos dirigentes políticos. De hecho, los dineros públicos sostienen la educación concertada – católica en su casi totalidad -, pagan a los curas en sus clases de religión, representan gran parte de la financiación global de la Iglesia, y muchas más cosas, grandes y pequeñas. Y, la verdad, no se tiene la impresión de que estas prácticas sean cuestionadas socialmente y, mucho menos, que puedan ser objeto de revisión desde la óptica del Estado español. Tras esto no es de extrañar que en la sociedad española sea inimaginable un resultado de encuesta como el indicado en el caso chileno y que aparezcan constantemente expresiones institucionales de adhesión al catolicismo.

A lo mejor nos vendría bien ir aprendiendo de otros. Y no hace falta cruzar el Atlántico, basta con pasar los Pirineos:  «¿Por qué Francia ordena retirar una cruz sobre una estatua del papa Juan Pablo II? El símbolo religioso está sobre una estatua colocada en una plaza pública, lo que es contrario a las leyes de laicidad del país.»

Contrastes y confusiones

La historia reciente y los datos del presente superan la capacidad de comprensión del PP, y no hace falta ir muy lejos para verlo

Desde 2009, el conjunto de programas dedicados a fomentar las actividades de investigación en España acumula un recorte de 20.000 millones de euros.

En el plan vigente para el período 2013-2017, el 57% de su presupuesto se dedicó a créditos financieros bonificados para empresas y el 43% restante a subvenciones a fondo perdido a organismos públicos. Esto ha provocado que buena parte del presupuesto dedicado a fomentar las actividades de investigación científica no se haya ejecutado.

Hoy, 15 de diciembre de 2018, en elindependiente.com, nos cuentan que «Defensa lanza un plan de inversión de 30.000 millones para renovar el Ejército. El Ministerio presentará en la primera mitad de 2018 un programa de gasto para los próximos 15 años, destinado a modernizar la industria militar. El primer paso será la renovación de las fragatas.»

La polémica en torno a los presupuestos para la defensa pretenden zanjarla desde el Ministerio del ramo (Cospedal argumentando es una estrella) diciendo que se trata de evitar una «España débil». Y, como cualquiera sabe, España ha sido una potencia marítima y tiene que seguir siéndolo, no sea que se repitan los desastres del pasado (¿Trafalgar?).

La ‘fuerza’ del país se mide, según el PP, por el número y el tamaño de los tanques y por la potencia de fuego de sus fragatas, nunca por la sabiduría y la experiencia de sus científicos ni por sus logros técnicos.

Aunque solo sea por meter el dedo en la llaga: así es como se diseñan y construyen submarinos que no pueden navegar por exceso de peso. «El submarino español más moderno se hunde por exceso de peso. El error en la construcción del sumergible, valorado en más de 500 millones de euros, retrasa dos años la entrega de la nave. Según ha explicado Navantia, en una revisión técnica se han detectado «algunas desviaciones relacionadas con el balance de pesos del submarino». Este exceso de peso, que pone en peligro la flotabilidad de la nave y la posibilidad de emerger (¡¡¡lo propio de un submarino!!!), ha obligado a realizar nuevas pruebas para valorar «los posibles trabajos de ingeniería requeridos para corregirlo». Ello hará necesario el asesoramiento de «un socio tecnológico, cuyo diagnóstico será fundamental para evaluar las posibles  soluciones».

Pues ya sabemos por dónde anda la ‘debilidad de España’, pero los gobernantes del PP no quieren saberlo.

Manipulación tóxica del poder financiero mundial

Esto es exactamente lo que hace el poder financiero a escala mundial: avisados estamos desde hace tiempo, pero una confirmación como la que sigue es útil para aterrizar en la realidad.

Entresaco unas líneas del artículo de elpais.com del 14 de enero de 2018, titulado «El Banco Mundial alteró la calificación de Chile durante el Gobierno de Bachelet»:

«Un profundo impacto en el mundo de la política y la economía chilena ha causado la publicación de Wall Street Journal (WSJ) de este sábado, en la que el economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, reconoce que la organización financiera dependiente de Naciones Unidas alteró su ranking de competitividad empresarial en desmedro de Chile y, específicamente, de Michelle Bachelet. Se trata de la medición Doing Business, donde Chile bajó constantemente en el mandato de la socialista (2006-2010), subió en el Gobierno de derecha de Sebastián Piñera (2010-2014) y volvió a bajar cuando la médico volvió al poder (2014-2018). En estos 12 años, Chile ha fluctuado entre el puesto 25 y el 57.

Las variaciones se habrían producido “debido a motivos políticos», según las palabras de Romer al WSJ. “Quiero disculparme personalmente con Chile y cualquier otro país donde hayamos transmitido una mala impresión”, indicó el economista.»

Esta operación de intoxicación es reconocida por una autoridad del Banco Mundial, lo que le da toda la credibilidad. Este tipo de operación existe, primera constatación. Pero la segunda y quizás más peligrosa es que difícilmente se puede creer que se trata de una excepción: no, es la regla, puesto que los intereses son los mismos y, peor aún, las personas que efectúan estos pases mágicos son las mismas a lo largo de los años. No vayamos a creer que lo de las ‘puertas giratorias’ es una excepción española: el trasiego de personajes encumbrados en las altas finanzas es constante, y si no que nos lo pregunten a nosotros, que tenemos muy a mano ejemplos rotundos, con Rodrigo Rato y su baile Vicepresidente económico del gobierno español-Director del FMI-Presidente de Bankia-Consejero de Telefónica, o Luis de Guindos, alto ejecutivo de Lehman Brothers-Ministro de Economía del Gobierno español-experto ya preparado para dirigir sus pasos al Banco Central Europeo u otro ente parecido de la UE.

Me temo que no hay más remedio que terminar con una conclusión rotunda: este poder financiero opera a escala supra-nacional, a los estados nacionales los tiene en poca estima, la democracia le sobra por incómoda, y no digamos cuánto le preocupan los pueblos de todos los países. Esto hace evidente que resulta imprescindible acabar con este juego, aunque más no sea por instinto de conservación. Para ello hay que llegar a un punto inevitable: ese poder financiero tiene que estar sujeto a las reglas de supervivencia y equidad que los humanos necesitamos. Sin duda, una batalla como esta exige una enorme lucidez y una acumulación de fuerzas conscientes capaz de enfrentarse a este enemigo tan poderoso.

Un corolario también inevitable: todas las batallas políticas a escala nacional están condenadas al fracaso sin su correlato a escala supra-nacional. Malo es, desde esta óptica, que el único instrumento potente del que nos hemos dotado a ese nivel, la Unión Europea, esté ya subido al mismo carro del poder financiero mundial. Esta unión tendrá que ser sometida también a esas reglas a favor de los pueblos europeos.

La debilidad de la presencia pública en la sociedad es peligrosa

La costumbre de atribuir a los EEUU unas excelencias que no tienen conduce a minusvalorar los riesgos de la inhibición pública para la población. Algo de esto lo estamos ya padeciendo en España

Casitas hechas con estructuras de madera endebles, construidas en zonas inundables; aislamiento insuficiente de las viviendas en territorios de enorme variabilidad climatológica; red eléctrica aérea en un país de huracanes y tornados; normas de edificación mínimas e inadecuadas que exigen muy poco para extender los permisos de obras…..

¿Qué se dice con esto? Que ahí está la explicación principal de los bajos costes relativos de la vivienda dispersa en ciudades medias y pequeñas y en las zonas rurales, y también de la extensión de los daños materiales y personales en cuanto se desata la meteorología. La construcción de viviendas a partir de estructuras de madera prefabricadas es lo que conduce al espectáculo de las casas voladas por los vendavales. La libertad para edificar en zonas inundables reduce el coste del suelo pero hace que en cuanto llueve con intensidad las casas sean arrastradas y, como son de madera, aparezcan flotando. El insuficiente aislamiento de las viviendas es llevadero gracias a los bajos precios de los derivados del petróleo, que permiten utilizar calefacciones potentes y aligerar las estructuras: otro coste disminuido. La red eléctrica aérea es mucho más barata que la red subterránea habitual en Europa, pero es enormemente más vulnerable a las inclemencias meteorológicas, de ahí que el primer efecto masivo con los desastres naturales sea el corte del suministro eléctrico para millones de hogares. La normativa de edificación es laxa y permite verdaderas atrocidades arquitectónicas, lo que explica también que cualquier combinación de inclemencias climáticas produzca desastres masivos, ante los cuales ni siquiera sirve el tradicional sótano para emergencias.

Si hablamos de infraestructuras, hay una enorme documentación sobre el desastre de carreteras, puentes, túneles, presas, tendidos eléctricos, etc. en el territorio norteamericano, con efectos adversos de todo tipo para la población y la economía. La dejadez de los últimos años pasa factura, y provoca que el coste de las reparaciones se multiplique allí donde eran todavía posibles, y obliga a la demolición y a la sustitución completa de infraestructuras donde la reparación ya llega tarde; cerca de 70.000 puentes de todo tipo en el país se pueden calificar como peligrosos (más del 11%). Estados Unidos necesita grandes inversiones en infraestructuras: más de 3,4 billones de dólares hasta 2020 para realizar mejoras y suplir las deficiencias actuales, de los que 1,7 billones para carreteras y puentes, 736.000 millones para la electricidad, 391.000 millones de dólares a colegios, 134.000 millones de dólares a aeropuertos y 131.000 millones de dólares a proyectos relacionados con el agua.

Y ahí tenemos a mano el caso de Puerto Rico, que desde hace meses se debate entre el desastre y la miseria. Nos cuenta la información de prensa que «Con una perspectiva de meses sin electricidad y años para la recuperación, sumada a un desempleo del 14%, la salida más probable es la emigración en masa a las comunidades boricuas de Nueva York y la Florida». Puerto Rico, con la red eléctrica caída, se enfrenta a un largo período a oscuras y, sin duda, a una reducción generalizada de la actividad económica. El problema de la falta de energía va más allá: algunos lugares del territorio necesitan la electricidad para obtener agua.

Y se repetiría así la huída sin retorno de buena parte de la población de Nueva Orleans tras el Katrina. El seguimiento ulterior de lo que aquí ocurrió indica que de los que dejaron las zonas afectadas por este huracán sólo la mitad había regresado 8 años más tarde.

Territorios enteros de los EEUU en los que se producen emigraciones masivas para huir de los desastres naturales y de la consiguiente miseria. ¿En qué guión del gran capitalismo figura este éxodo? Para nosotros, europeos, esto resultaba impensable hasta hace muy poco tiempo. En España empezamos a entrar en esta arriesgada deriva hace ya algunos años y los efectos se van dejando notar cada vez con más virulencia, por ejemplo en la urgencias colapsadas de los hospitales o en el estado deplorable de muchas de nuestras carreteras.

Hay que revertir esta tendencia lo antes posible.