La nueva dirección socialista hace una fotografía del militante medio

Un selfie que confirma la parálisis.

Poca sorpresa me parece que hay en la foto: el militante medio es «sexagenario y poco participativo». Lo de los sesenta años encaja perfectamente con haber alcanzado la treintena en los años ochenta, cuando algunos o muchos de esos militantes se entusiasmaron y participaron de la nueva construcción. Se lo creyeron y a lo mejor no carecían de razones para ello. Pero algo ocurrió por el camino para que esos mismos militantes, o bien abandonaran, o bien se convirtieran en poco participativos. Podría decirse que se instaló el desánimo provocado por la gran decepción.

La decepción puede achacarse a un momento o incluso a un acto político determinado, pero la trayectoria seguida , a partir de ahí, engarza con algo peor, que podemos denominar  ‘profunda incomprensión’. Cuando ese partido que construyó, mejor o peor, comienza a participar en la destrucción de lo construido, puede haber una primera reacción de incredulidad, pero la prolongación en el tiempo, el alcance de lo actuado y la justificación atropellada, primero, y convencida, luego, conduce inevitablemente a la incomprensión, primero, y al distanciamiento, luego. Todo hay que decirlo, para la vieja militancia seguramente es más fácil distanciarse dejando de participar que alejándose y mucho menos buscando cobijo en otro sitio.

Desde luego se trata de un contingente en retirada. Y los jóvenes parece que no toman el relevo, puesto que de las juventudes socialistas «sólo tres de cada diez miembros están afiliados al PSOE». En la edad no coinciden, pero parece que sí en la escasa implicación en la acción política.

Ignoro la reacción que puede haber provocado el selfie en la dirigencia del PSOE. Da la impresión, desde fuera, de que una dirección recién instalada puede tener interés en tomar el pulso a la organización que comienza a dirigir. Pero me cuesta creer que entre las expectativas de quienes decidieron hacerlo estuviera la de encontrar a una militancia cercana a la jubilación, más inquieta  por su fragilidad económica que por la indiscutible decadencia en todos los órdenes de la sociedad en la que vive. Cuesta descubrir en este colectivo a una aguerrida hueste dispuesta a la lucha, dicho de manera muy genérica, porque, si entramos en los detalles, las huestes que deberán afrontar la situación que se nos está viniendo encima tendrán que ser mucho más que aguerridas: tendrán que ser pensantes, lo que parece una simpleza pero no lo es, a la vista de la facilidad con la que ‘gentes de izquierda’ compran el mensaje de la recuperación económica; anteponer metas lejanas a resultados inmediatos,  que es probablemente algo que solo se puede pedir a generaciones jóvenes, porque la transformación social necesaria será sin duda un largo proceso; asumir que su papel histórico puede ser el de generación de transición entre lo viejo y lo nuevo, lo cual implica iniciar el camino preparados anímica e intelectualmente para la decepción de no conseguir cambios tangibles a poco andar y permanecer en la duda de qué podrá conseguirse; y no perder de vista el hecho de que las agresiones de quienes temen perder sus privilegios, ya multiplicadas, irán aumentando de forma geométrica.

Si en eso consiste ser «más que aguerrido», desde luego la militancia del PSOE se queda fuera de juego. No está ahí la fuerza social capaz de ir materializando los grandes cambios. Lo malo es que resulta cada vez más difícil percibir la presencia de los embriones de esa fuerza en algún otro lugar.

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